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Los Estados Unidos de América se fundaron sobre la idea de que "todos los hombres han sido creados iguales", un concepto que ha evolucionado con el tiempo para incluir a las personas de color y a las mujeres. La igualdad humana es un principio rector que seguimos haciendo realidad de forma más plena en nuestra sociedad. Los controles y equilibrios de nuestras tres ramas de gobierno –judicial, legislativa y ejecutiva– aseguran nuestra democracia y los artículos de la Constitución garantizan la libertad.

George Washington creía en la libertad de credo como un derecho natural inherente de los seres humanos; sostenía que correspondía a los individuos, y no a los gobiernos, decidir en qué creían. Cuando Washington escribió a los miembros de la Congregación Hebrea de Newport, proclamó que el gobierno de los Estados Unidos "....no da al fanatismo ninguna sanción, a la persecución ninguna ayuda... ". Asegurando a los miembros judíos de la sinagoga más antigua de Estados Unidos que la intolerancia y el antisemitismo no eran aceptables en Estados Unidos, Washington les hizo saber que no serían oprimidos a causa de su fe. Tres siglos después, nuestra democracia continúa preservando la creencia de Washington en la libertad de credo, a la par que velamos contra las ideologías extremistas y excluyentes que ponen en peligro este principio fundamental. En cambio, el gobierno totalitario establecido por el partido nazi cuando gobernaba Alemania (1933-1945) controlaba la vida pública y privada de sus ciudadanos y otorgaba todo el poder a su líder, Adolf Hitler. Este régimen basó sus leyes en la falsa creencia en una raza aria superior. "Ario" se refería a caucásicos no judíos y no romaníes (gitanos). Los europeos del norte con rasgos "nórdicos" (cabello rubio y ojos azules) eran considerados por los llamados pseudocientíficos de raza como los mejores de los "arios", es decir, como miembros de una "raza superior". Los no arios se clasificaban en una jerarquía rígida que les negaba su humanidad. Los judíos y otros no arios eran vistos como menos que humanos y se adoptaron medidas para privarlos de sus derechos.

Las Leyes de Nuremberg de la Alemania nazi fueron escritas para perseguir a los judíos y a otros no arios y excluirlos de la vida social, económica y política en Alemania. Bajo el liderazgo nazi, se les revocó la ciudadanía alemana y fueron perseguidos por el gobierno. La gran mayoría de los ciudadanos alemanes se mantuvieron al margen y no hicieron nada mientras se promulgaban estas medidas; esto se debió en parte a la intimidación del gobierno, pero también a las creencias antisemitas preexistentes que se difundieron en la sociedad. Incluso durante la Kristallnacht –el primer ataque violento patrocinado por el estado contra empresas, hogares y sinagogas judías en Alemania, Austria y los Sudetes (Checoslovaquia)– los ciudadanos se mantuvieron al margen o se unieron a la destrucción. De esta manera, muchos fueron indiferentes al sufrimiento judío. Esta situación contrasta marcadamente con la protección de los derechos garantizados aquí en los Estados Unidos.

Mediante el uso indebido de la ley y la fuerza, los estados totalitarios como la Alemania nazi se basaron en el control total y la restricción de libertades como la libertad de credo, la libertad de expresión y la libertad de asociación. En la Alemania nazi, no había derechos naturales inherentes para ninguna persona y a sus habitantes judíos les fue negado incluso el derecho más básico: el derecho a la vida. La democracia estadounidense, aunque es imperfecta, promete libertad e igualdad de representación. Por lo tanto, a los muchos perseguidos por el nazismo en las décadas de 1930 y 1940, Estados Unidos les parecía un faro de esperanza.


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